miércoles, 20 de noviembre de 2019

Francisco Germá Alsina


Francisco Germá Alsina, ingeniero industrial, profesor, político y enólogo. Nació en Cerviá de les Garrigues (Lleida) en 1887 y murió en Huelva en 1982 a los 95 años de edad. Desarrolló toda su trayectoria profesional en Jerez, donde llegó a ser alcalde dos veces durante la Segunda República por lo cual fue encarcelado por los golpistas.

Familia

Sus padres eran payeses. Tuvo diez hijos

Formación

Era ingeniero industrial químico y licenciado en Ciencias

Docencia

Fue profesor auxiliar numerario del instituto de segunda enseñanza de Jerez, y catedrático interino de mercancías de la escuela pericial de comercio.

Trayectoria profesional

Hacia 1914 llegó a Jerez y fue uno de los primeros químicos, especialistas en vinos que llegó a la ciudad. Fue director del laboratorio de análisis de Jerez. Perteneció a la Asociación Gremial de Criadores y Exportadores de Vinos de Jerez.

Publicaciones

En su faceta como escritor y experto en vinos, publicó una monografía sobre el vino de Jerez.

Política

En las elecciones municipales de abril de 1931 participó en la candidatura monárquica, dentro de los llamados gremiales, con los que obtuvo el acta de concejal, después de aceptar la propuesta que le hizo la Cámara de Comercio e Industria, dejando constancia que lo hacía:

Teniendo en cuenta que las elecciones de concejales sólo deben tener por objeto llevar al municipio personas que el cuerpo electoral considere aptas y capacitadas para regir y administrar los intereses locales, la Cámara consideró que no había inconveniente en dar un nombre para esa candidatura gremial, siempre que el designado fuera a la lucha con el carácter de administrativo. Y en estos términos acepté el honor que la Cámara me hacía. No iré, pues a las elecciones con carácter político alguno, ni como monárquico, ni como republicano, ni con el matiz de derechas ni con el de izquierdas”.

En julio de 1931, junto a otros siete concejales gremiales, decidió pasarse al campo republicano, dentro de las filas de Acción Republicana, al comprender que la monarquía había desaparecido de España y la necesidad de fortalecer la democracia bajo la República.

Alcaldía de Jerez

El 23 de diciembre de 1931 se hizo cargo de la alcaldía jerezana, encontrándose un panorama desolador:
- Una huelga general inminente; la gran cantidad de parados, el estado caótico de la administración.
- Lo primero que hizo fue gestionar la bolsa de trabajo, consiguiendo que la nómina de la misma corriera a cargo del Instituto Nacional de Previsión.
-También abrió una suscripción popular para ayudar en el reparto de pan a la población.
- Viajó a Madrid, consiguiendo una subvención de 30.000 pesetas con destino al paro obrero.
- En el camino de vicisitudes políticas que padeció, tuvo que sufrir el que le destituyeran de su cargo de concejal, a consecuencia de la ley de incompatibilidades, en 1934, “por desempeñar los cargos de auxiliar numerario de la sección de ciencias del instituto de segunda enseñanza y catedrático interino de mercancías de la escuela pericial de comercio”.
El 20 de febrero de 1936, siendo alcalde Manuel Díez Hidalgo, recibió un telegrama del gobernador interino en el que, cumpliendo disposición ministerial del nuevo gobierno de D. Manuel Azaña, “ordenaba la reposición de los concejales de elección popular que fueron suspendidos a raíz del movimiento revolucionario de octubre de 1934”.
Un día después, Germá volvería a ser nombrado alcalde de Jerez, esta vez incorporado a las filas de Izquierda Republicana, del que era su líder, ocupándose además de la presidencia de la comisión de hacienda, ocupó la alcaldía solo unos meses.

Guerra Civil. (autotestimonio)

¿La guerra civil? Deu meu de la meva vida.

La primera noche llegaron tres falangistas a mi casa. Fue el primer aviso. Cogieron las llaves, bajaron al garaje y se llevaron el coche. Me enteraba que iban matando a todos los alcaldes de la República y pensé que llegaba mi día cuando unas semanas después aparecieron otros cuatro tíos con fusiles y, delante de mis hijos, me metieron en un camión. Ya allí sentado, el encargado sacó una lista y maldijo. Le faltaba uno de los tres que tenía asignados, uno que se había escapado. Su compañero dijo que le daba igual, pero él, muy firme, dijo que "o mato a los tres o no mato a ninguno". Allí me dejaron. Me había librado de la primera.
Mi hijo mayor estaba asustado y se puso en contacto con amistades que tenía en Cádiz.
Garantizaron que no me harían nada. Pero estaba claro que querían darme un escarmiento, no sé por qué. Me encarcelaron y me llegó de nuevo el último día. Me metieron en un camión con un buen grupo de personas. Me coloqué mi sombrero. Iban a matarme. Me trasladaron a la plaza de toros. Nos bajaron a siete y nos colocaron en el paredón. De repente, escuché una voz de uno de los falangistas: "Francisco Germá, al camión". Me volví a sentar en el camión y desde allí observé la descarga: ta ta ta tá. Cayeron los seis ante mis ojos. Bajaron a otros siete, me volví a colocar en el lugar y repitieron la operación. "Francisco Germá, al camión". Otra descarga. Regresé, solo en el camión, a la cárcel.
En la cárcel compartí calabozo con Teodro Miciano, el grabador que era mi yerno. Mi hija Paquita se había enamorado de él. Era un guasón Teodoro y un hombre valiente. En aquella época había una enfermedad que llamábamos del piojo verde, una especie de tifus. Nos colocaron a un preso con el piojo verde y no sé cómo no lo contrajimos. Los dos nos separábamos de él con las manos en la boca. Luego Teodoro escapó con Paquita a Madrid y, cuando tomaron Madrid, Teodoro fue de los que intentaron huir a Argentina desde la playa de Alicante. Teodoro estaba sentenciado porque fue el mejor caricaturista de Franco y Franco se la tenía jurada. Sobrevivió porque era un superviviente.
Y mi historia siguió en el destierro. El hijo de un amigo íntimo me denunció, supongo que porque en tiempos no le coloqué en la Cruz Roja. Pasé cinco años en Orense, donde monté un laboratorio enológico, uno de los más modernos del país, pero, la verdad, no era una época en la que la gente se preocupara del vino. En Orense viví el final de la guerra, aunque tuve que esperar algún tiempo a que se ordenara el fin de mi destierro. Regresé un tiempo a Jerez, no demasiado.

Reconocimientos honoríficos 

La ciudad de Jerez le tiene dedicado una calle






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